Todo lo Puedo con Cristo

Todo lo Puedo con Cristo – Hace casi 2000 años (en el año 33 de nuestra era, exactamente) una burra y su burrito estaban pastando en las afueras de una ciudad cuando de repente llegaron unos hombres (que no eran sus dueños) y, desatándolos, los llevaron consigo. Sin saber qué sucedía, y con un poco de temor, madre e hijo fueron revestidos con mantos y, sobre el lomo del burrito montó un hombre con semblante de paz y bondad.

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Todo lo puedo con Cristo

Partieron lentamente rumbo al centro de la ciudad en caravana junto con otras personas que iban a pie. El pequeño burrito se dio cuenta que conforme iban avanzando más gente se les unía, y que las personas que estaban por el camino apenas los veían salían a su encuentro con ramas de olivo y palmas mientras gritaban: ¡Viva!, ¡Viva! ¡Salve! ¡Hosanna al hijo de David!. Orgulloso y muy contento, el burrito pensó: “¡Vaya!, ¡qué importante soy!, ¡hasta que por fin alguien me valora y me trata como merezco!” y siguió caminando altivo y sonriente. Su madre que iba junto lo observaba en silencio.

Al llegar a su destino, bajó el hombre del lomo del burrito, el burrito y su madre, fueron regresados a su lugar de origen por los mismos hombres que los habían tomado. Ya en casa, la madre preguntó al burrito: – ¿Por qué estás tan contento?, el pequeño animal respondió: – ¡¿no te diste cuenta mamá?!, ¡toda esa gente se alegró al verme, me alababan, aplaudían y gritaban vivas cuando pasaba junto a ellos!.

Todo lo Puedo con Cristo

Sonriendo en silencio, la burra le dijo: – Vuelve otra vez a la ciudad hijo, pero esta vez no cargues a nadie sobre ti. Así lo hizo el burrito y, después de unas horas, volvió a casa cabizbajo y sin la sonrisa que traía la primera vez que regresó. – Y bien… ¿qué pasó ahora?, preguntó la burra. – ¡No lo  entiendo mamá!, ¡no puede ser!, ¡nadie se fijó en mí, pasé desapercibido entre las personas y hasta me echaron de la ciudad!. Entonces la burra le dijo con dulzura: – Hijito, ese hombre que llevabas sobre tu lomo era Jesús de Nazaret, ¡el Mesías! de quien tanto habla la gente, y luego, dio esta gran lección a su pequeño hijo: – Todos somos importantes, pero una cosa debes comprender: sin Jesús, NADA es igual.

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Hermanos: no seamos como el burrito vanidoso, reconozcamos que: Todo lo Puedo con Cristo, pero sin Él nada soy, ¡absolutamente nada!.

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