En cierta ocasión, el viejo Neftalí llamó a su nietecito Samuel, y le dijo: Samuel, pon atención a lo que te voy a decir, abre bien tus oídos y escúchame: Cuando una persona sufre sola, el sufrimiento pesa mucho más. ¿Me has comprendido?
Sí abuelito, entiendo, las personas sufren mucho más cuando están solas o cuando se sienten solas.
Así es Samuel, pero cuando alguien se acerca a una persona que sufre, le dirige la mirada y le dice: “cómo sufres hermano” ¿qué pasa? .- está acogiendo el dolor del hermano con los ojos respondió Neftalí.
¿Y si fuera ciego, tendría la posibilidad de acoger el dolor de la otra persona también? .- sí, con los oídos, escuchándole.
¿Y si fuera ciego y sordo? .- bueno, pues con las manos…
Supongamos que el amigo está retirado y no puede extender la mano; que sea ciego, y que sea sordo ¿incluso así habría alguna posibilidad de acoger el dolor del hermano y aceptarlo como propio?
Samuel se quedó pensando y después contestó: sí, creo que sí, porque puede percibir. El viejo Neftalí se alegró mucho y concluyó: Así es, las personas que tienen una sensibilidad profunda pueden incluso percibir el dolor de su hermano, acogerlo y hacerlo suyo para acompañar su dolor.
¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez. Lucas 18 35 a 43
¿Somos de los que ayudan a que alguien se entere que Jesús está pasado por el camino o ignoramos sus gritos de ayuda?
Si somos seguidores de Jesús, ¿no tendríamos la responsabilidad de imitarle en su actitud de atención a los ciegos que están al borde del camino?
¿Sabemos detenernos para ayudar al que está en búsqueda, al que quiere ver ó solo nos interesamos por las personas sanas y simpáticas y por las que no dan molestias?
¡¡Recibe Bendiciones!!
Fuente: 5 Minutos de Oración en el Hogar, edición Noviembre de 2015
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